miércoles, 27 de enero de 2021

Umbrales



“Tú eres el camino el umbral los escalones “ 

Ivan Malinowski

 I

Cada vez que entro en la habitación sufro el mismo impacto. La luz del pasillo da sobre el espejo y mi figura aparece de golpe, como si fuera un fantasma, desesperada busco la tecla de la luz y recién al encenderla, se disipa de mi alma ese temor por mí misma; es que el espejo antiguo que fue de mi abuela, parece un nigromante intentando revelarme algo.

Mi madre no cambió nada de lugar en la habitación, ¿la razón?, desde que concurre a seminarios, donde se habla sobre la hipótesis física de que hay evidencias de los universos paralelos, vive obsesionada. Se la pasa explicándome sobre esos posibles “umbrales” que pueden abrirse en cualquier momento y lugar…

Pienso que la pobre, esta algo confundida, pero no me animo a decirle que se haga tratar por un psicólogo. Hace momentos, me ordenó que buscara unos documentos en el último cajón de cómoda que fue de mi abuela.

Me dio trabajo abrir el cajón, parecía que una mano invisible lo sujetaba desde adentro y, cuando pude hacerlo, por la misma fuerza que yo había ejercido sobre él, cayó al suelo. El piso se cubrió de fotografías, cartas y papeles. Luego de recogerlos, me puse de pie y vi sobre la cómoda, el pequeño y raro cofre de color rojo, que desde que tengo uso de razón, tanto la abuela como mamá, me prohibían tocar.

―Lina, ¿encontraste lo que te pedí? No estés curioseando en las pertenencias de la abuela ―gritó mi madre, asegurándose de que la oyera bien.

―Sí, no te preocupes ―respondí; luego, le llevé los papeles.

―¿Cerraste la puerta?  ¿Apagaste la luz? ―decía mientras los revisaba.

―Aún no, esperaba que me dijeras si estos son los documentos que necesitas… Mamá ¿puedo ver lo que hay dentro del cofre rojo? El que está sobre la cómoda.

―No. No puedes ―respondió, un tanto nerviosa. Solamente te permito observarlo, pero no lo abras. No-lo-a-bras, ¿entendiste?, ordenó tomándome de la barbilla y fijando sus ojos en los míos.

Asentí con la cabeza y fui presurosa a contemplar el cofre. Lo miré por todos sus lados, pero, la intriga me venció, levanté la tapa lentamente y… una sensación de vértigo me arrobo.

Con espanto vi que el espejo se me venía encima y me tragaba su mar helado, desesperada no podía controlar mi cuerpo, intentaba con mis manos “asirme de algo” sin poder lograrlo. Fueron segundos interminables viajando en esa fuerza desconocida, la que luego me arrojó en un espacio blanco, donde había tres espejos de grandes dimensiones.

La fuerza desconocida me colocó frente al primero, en el, pude contemplarme a mí misma, y, en una sucesión de imágenes retrocedí hasta llegar a las entrañas de mi madre; podía oír los latidos de su corazón.

Luego, esa energía, me sacó de allí y me llevó el segundo espejo, deduje mentalmente que, si en el primero pude ver mi pasado, en este podría saber algo sobre mi futuro, pero, decepcionada descubrí que no había nada, ninguna secuencia de mi futuro…

Y por último me llevó al tercer espejo, donde me vi muy viejita, sentada en una mecedora. Por un instante contemplé la escena. Pero, ¡esa es la habitación de la abuela y sobre la cómoda está el cofre rojo! De repente la mujer giró la cabeza, nuestras miradas se encontraron por unos segundos, me sentí descubierta, entonces, di un paso hacia atrás...

¿Será posible lo que pregona mi madre?

Si es así, ¿para la mujer que está detrás del espejo, yo soy un “déja vu”? Y para mí, ¿ella, era un “déjà vecu”? ¿O acaso sería un “alter vu”?  Aquello, ¿era un recuerdo paralelo? ¿Una misma alma dividida en dos miradas?

Creí haber enloquecido, entonces, corrí hasta el primer espejo y me arrojé en él. La turbulencia de ese mar desconocido fue arrastrándome y en un momento, ante mis ojos despavoridos, pasó en sentido contrario y, de manera vertiginosa, una figura humana.

Mareada y angustiada, sin noción de lo que ocurría, sentía que iba cayendo como en un abismo hasta que perdí el conocimiento…

II

Al volver en mí, estaba acostada en una cama, las cosas ya no giraban; abrí los ojos lo más grandes que podía, intentando ubicarme en espacio y tiempo. Intenté moverme, pero mi cuerpo estaba atado a la cama, al verme así, comencé a gritar desaforadamente, tanto que mi propio grito me aturdía.

—¿Mamá, mamá que te sucede? —preguntó una mujer joven.

La miré desconcertada... No la conocía…

 ―¿Quién eres? ―dije.

―Soy tu hija. ¿Quién más podría ser? ―respondió, sorprendida.

―¿Dónde está el cofre rojo? ¡Seguro que lo escondite!, gritaba yo enfurecida, tratando de liberar mis brazos de las correas que me sujetaban...

―Mamá, ¡por favor!, ¿olvidaste que ayer le regalaste el cofre a Julia?

―¿Julia? ¿Quién es Julia? ¡Quiero el cofre! ¡Tráeme el cofre rojo! ¿Quién es Julia?

―Julia es mi hija y tu nieta, mamá.... ¿No lo recuerdas? Hace unos momentos estaba aquí contigo. Mamá, tranquilízate, no te preocupes por nada...

―Yo seguía gritando enloquecida―: ¡El espejo! ¡El espejo! ¿Dónde está el espejo? ¿Dónde está el espejo?

―Está en el lugar de siempre … ¡tranquila mamá, por favor!

Con dificultad levanté la cabeza de la almohada y miré sobre la cómoda, el cofre no estaba...Busqué con la mirada el espejo y lo vi, entonces comencé a decir en voz alta:

―¡Trágame espejo! ¡Trágame espejo! Lo dije hasta el cansancio.

Horas más tarde, entregada a ese misterio, miré el espejo y comprendí que era un “umbral” hacia otro tiempo, y en él, ahora, estaba viendo a mi madre entrar en la habitación de mi abuela, hablándole a la niña que está en el lecho:

III

―Lina, hija, ¿por qué tardas en…………? Pero, ¿qué haces acostada en la cama de la abuela? ¿Qué te sucede? ¡Estas pálida!

―Lina… ¿Abriste el cofre? ¿Lo hiciste? ¿Por qué desobedeciste?  ¡No me mires como si fuera una extraña! ¡No me preocupes, di algo…!

 

―Mi nombre, es Julia…señora.

 

 ***

Libro "Paloma roja": poesía narrativa / Beatriz Teresa Bustos; 1a ed. adaptada:  ISBN 978-987-778-103-8 -diciembre 2018

*déja vu : “ya visto"/ *déjà vecu: “aquello que siento que ya viví”/ *alter vu : “recuerdos paralelos” 

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